lunes, 26 de marzo de 2012

cuando se queman me quema

Calor, magnetismo, buen rollo, amor, mimos, infierno, familia, nostalgia.

Son algunas de las cosas que me evoca el fuego.

Desde pequeña me encantan las velas, coger un mechero para prenderlas, o simplemente por ver la llama naranja que sale de él.

Me encanta llegar al pueblo, que la cocina de leña esté funcionando a toda máquina. Me huele a infancia, a cosas buenas.
Abro la puerta para meter otro trozo de madera y me recreo en el baile rojo amarillo y naranja que desgasta poco a poco un tronco.

Y sin embargo, contra todo pronóstico no soy una pirómana.

Disfruto del fuego, pero controlado.

Soy asturiana, me enorgullezco de serlo. y me llena el alma abrir una ventana y respirar el olor a verde, a humedad , a monte.

Se conoce a nuestra tierra como el paraíso natural.

Cualquier niño, por mucho que haya nacido en la ciudad vió alguna vez una "raposa", un jabalí o un corzo en libertad. Creía firmemente que las generaciones venideras disfrutarían de lo mismo que yo disfruté, pero hay gente que se empeña en que no sea así.

Este fin de semana, de camino al pueblo vimos cómo ardían tres montes cercanos, auqnue no lo suficientemente juntos como para que el fuego se hubiese propagado entre ellos.

 Y yo estaba más quemada que la leña que ardía.

No soporto verlos arder. Pensar en la negrura que se quedará cuando el fuego acabe.
La cercanía a las casas, o los animales corriendo muertos de miedo.
Me pone del hígado pensar que en ocasiones eran los maderistas los que lo hacían para conseguir chollos en el precio de la madera, o la total impunidad con que se van los que provocan los incendios.

Sé que no consigo nada enfadándome, ni escrcibiéndo esto. Pero por lo menos... me desahogo.
A la hoguera con ellos.

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